“A partir del tratamiento con las Fux mi piel mantiene sus rasgos naturales. En el espejo soy yo, ¡mi piel no tiene edad! Por suerte no tengo cara de susto, ni de travesti, ni parece que el viento pampero pasó por mi cara o que tengo la boca de una mulatona africana. Cuando voy a una reunión, cuyos invitados saben la edad que tengo, me miran y observan mi cara, ven que no hay cirugías, no entienden nada y muchas veces no se atreven a preguntar. La piel de mi cuerpo, codos, rodillas y talones parecía papel de lija, estaba áspera con queratosis, opaca, flácida, reseca y se descamaba. Hoy disfruto de acariciar toda mi piel, luminosa, turgente y radiante.”